
–Anda, ¡Otra biblioteca pública más!… ¿No hay muchas ya?
Observó un señor con perspicacia, durante el levantamiento de la acampada, mientras le contábamos nuestras intenciones de seguir funcionando fuera de de la Puerta del Sol.
A principios de junio éramos solo un proyecto de “otra biblioteca gratuita más”, a finales de noviembre nos perfilamos, quizás, como una de las pocas en condiciones de asegurar que no será optimizada, reestructurada, participada, privatizada, auditada, ni arancelada ni ahora ni nunca.
Nuestro Estado se ha declarado incapaz de gestionar bibliotecas públicas y gratuitas, hecho que lamentamos. A nuestro entender si el Estado se demuestra incapaz de garantizar la función básica que representa la educación pública, entonces alguien más tendrá que asumir el desafío. Parafraseando palabras de aquél famoso inventor, pediremos amablemente a quienes pregonan que la educación gratuita es imposible, que por favor se hagan a un lado y dejen trabajar a los que día a día están demostrando cuán posible es. El fin que perseguimos todos y todas los que nos hemos sentido llamados a actuar ante tal desafío es algo grande, tan grande que para hablar de ello no nos queda más remedio que referirnos a cosas muy pequeñas.
En el mes de junio, mientras Bibliosol todavía funcionaba frente al edificio del ayuntamiento, leí un artículo de un periodista independiente que me llamó la atención. Contaba una anécdota de esas que se cuentan los profesores en las salas de descanso. Típicos cuentos de burradas que dicen los alumnos…
Durante una de sus clases el profesor de ciencias políticas notó con cierta molestia que uno de los alumnos no le prestaba demasiada atención mientras él hablaba a la clase. Así es que este buen hombre decidió cobrársela al incauto y en medio de su exposición, así como al pasar, le soltó al alumno una pregunta, como para ver que tan atento estaba del tema de la clase:
-Dígame Rodríguez: ¿Podría contestarme, a su juicio, cuál es el libro político más influyente de todos los tiempos?
-Sin problemas-aseguró Rodríguez.- El libro más influyente de todos los tiempos es “El Principito” de Maquiavelo -contestó-
Toda la clase estalló de la risa al haber confundido “El Príncipe” de Maquiavelo con el cuento “El Principito” de Antoine de Saint Exupéry.
Recordé esta anécdota una tarde en que estaba con mis compañeros y compañeras en nuestra biblioteca de la acampada, viendo la gente pasar ,allí, sentados, con cara de cambiar el mundo… Cuando uno de nosotros propuso que leyéramos en voz alta un texto al azar.
Se manoteó un libro y el primero que salió fue “El Principito” (El de Saint Exupéry) Grande fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que el libro representaba perfectamente todo sobre lo que habíamos estado hablando un rato antes. Y esto llegó a su clímax cuando uno de nuestros compañeros, sin poder aguantarlo más, tuvo que interrumpir su lectura para comentar, casi enfadado – ¡Pero si el Principito tiene razón!
El cuento del alumno distraído, en su momento me movió a hacer un par de reflexiones: La primera es que aquél alumno presuntamente despistado, del que todos se rieron, al menos en nuestro caso, tenía toda la razón del mundo en cuanto a su libro político de cabecera. Porque si tuviera que elegir el libro que mejor ha representado a todas y a todos los que hemos leído en Bibliosol, sin duda me quedaría con su “Principito”… ¡el de Maquiavelo! que vendría a ser algo así como una versión imaginaria del libro del pensador florentino pero lleno de ese optimismo ingenuo y lúcido que tiene el personaje de Saint Exupéry. Aquél estudiante no podría habernos regalado con un ejemplo que nos describiera mejor.
La segunda es que, cuando aparece una persona que aun a riesgo de equivocarse es capaz de tener el coraje de dar una respuesta nueva a una pregunta vieja, más vale guardarse las ganas de reírse de ella, porque puede que esté diciendo algo que, en manos de quien le sepa asignar su contexto adecuado, sea una verdad grande como un puente. Gracias a ese optimismo lúcido y algo ingenuo del que hablamos es que logramos lo imposible. –¿Lo imposible?
Grande fue nuestra sorpresa cuando en octubre último descubrimos que los acampados en Wall Street acababan de inaugurar una biblioteca a cielo abierto. Sin poder resistirlo les escribimos una larga carta de bienvenida.
Nos confesaron que leyeron nuestro mensaje unos y otras sin poder evitar que los inundara la emoción. Nos confesaron también que fundaron su biblioteca inspirados en todo lo que habían escuchado sobre nuestras experiencias de bibliotecas a cielo abierto en las acampadas de Madrid y Barcelona.
Pero esta sólo fue la primera unión de eslabones de la cadena porque, a su vez, la Peoples Library de Wall Street inspiró a la creación de la de Filadelfia, a esta se le sumaron rápidamente la Occupy library de Chicago y la Audre Lorde de Boston, y les siguieron las de Occupy L.A de Los Angeles, La Occupy DC’s People’s Library de Washington, La Library tent de Oakland, La Lending Library de Delaware, la Occupy Bloomington Library de Indiana, la Library Tent de Dallas, la de Seattle, Portland, Baltimore, San Francisco, Orlando o La Eugene Public library del Estado de Oregon.
En Europa: la Biblioteca de La defénse en París, la Öffentliche Ocuppy Bibliothek de Frankfurt en Alemania, La Star Books de Londres, La Cork Library de Irlanda, La Occupy Amsterdam de Holanda, La Toronto Open Library y la Library tent de Vancouver en Canada, La open library de Sydney en Australia, o La Occupy Auckland library en Nueva Zelanda entre otras. Todas ellas son nuestras nuevas hermanas, retoños que nacieron mirando a nuestro Bibliosol. Las lecturas silenciosas que hicimos en Sol durante el mes de mayo han dado la vuelta al mundo.
Es solo una pequeña parte de lo que habéis conseguido. Gracias a esta lúcida inocencia de seguidores del Principito de Maquiavelo pudimos hacerlo. -¿Fue eso suficiente? -No. Aún no lo es.
Los cancerberos de la nueva libertad caníbal continúan con su arremetida, el futuro del libre acceso al conocimiento dista de estar fuera de amenaza y desde este pequeño estrado nuestro, aún nos queda mucho por hacer.
Nos gustaría conseguir que Bibliosol no sea el último pueblo galo de las bibliotecas gratuitas sino apenas la primera de ellas, la primera de una gran red de refugios para el conocimiento libre que se expanda por todo nuestro territorio, allí donde los organismos oficiales vayan desertando de las que hasta ahora eran sus obligaciones.También nos gustaría coordinarnos con nuestras bibliotecas hermanas por todo el mundo de manera de promover la creación de una red internacional de bibliotecas públicas y libres que integren proyectos comunes de intercambio de conocimiento.
La tarea que nos queda por delante es ingente. Impensable para ningún colectivo aislado pero una realidad más que posible para una comunidad dinámica dónde muchos potencian sus fuerzas y sus pensamientos en un proyecto común. Por ello queremos invitarlos a que participéis con nosotros en esta nueva etapa de nuestra pequeña aventura.
Volviendo a nuestro trabajo del día a día, solo recordar que los libros no son papel, no son tinta, ni cartón pintado, sino cápsulas temporales, vehículos capaces de traernos las voces vivas de personas muy lejanas en el espacio y en el tiempo. A los que trabajamos en Bibliosol miles de libros sin catalogar nos piden a gritos cada día recuperar sus voces. La tarea de catalogación de libros es lenta, ardua y requiere de la ayuda de multitud de manos amigas. Por ello los invitamos a colaborar con nosotros en la tarea de poner libros en circulación. Sin duda los libros encontrarán, ellos solos, la forma de devolverles el favor.
Me despido tirando de nuestro falso libro político de cabecera:
“Haz de tu vida un sueño, y de tu sueño una realidad, que el mundo entero se aparta cuando ve pasar a una persona que sabe a dónde va.”
Muchas gracias.
Ppte: Zeke.